DIRECTOR DE LA TATE MODERN:"LOS MUSEOS SERÁN MEDIOS DE MASAS"
En abril de 2010, el alemán Chris Dercon tomó el relevo del español Vicente Todolí al frente de la Tate Modern, un museo que tras 11 meses de vida se ha convertido en uno de los grandes atractivos de Londres. Y últimamente, la institución que alberga esta antigua central energética situada a orillas del Támesis está en plena ebullición.
A comienzos de octubre el museo inauguró una amplia retrospectiva sobre el pintor Gerhard Richter, las obras para ampliar el gigantesco edificio siguen adelante y, además de los cinco millones de visitantes anuales que recibe el museo, pronto la Tate Modern tendrá también exposiciones exclusivamente virtuales. La agencia Dpa le realizó una entrevista.
-Lleva ya más de medio año al frente de la Tate Modern, ¿qué ha cambiado respecto a su trayectoria anterior?
-Los contenidos que ofrecemos son, naturalmente, similares a los que presenté en Nueva York en los años 80, en Rotterdam en los 90 y luego en Múnich a principios del siglo XXI. Pero la diferencia es que, entre tanto, esos contenidos se han vuelto mucho más complejos. Eso no tiene nada que ver conmigo. La gente nos plantea preguntas más complejas y diferentes que antes sobre los museos, el arte. Plantean preguntas en muchas direcciones, a veces en la de las artes plásticas, pero con frecuencia no. Entonces se trata de familia, religión, sexualidad, identidad, revueltas.
-¿Qué evolución ve?
-La otra cuestión que ha cambiado en los últimos treinta o cuarenta años es que el sector del arte está totalmente globalizado. En Londres de pronto hay una exposición sobre arte contemporáneo de Jakarta. Y la tercera diferencia es que las artes plásticas funcionan ahora como una esponja. El arte toma cosas de muy distintos ámbitos, de la danza y el teatro, pero también de la sociología y la antropología, la arquitectura y el diseño. Es casi como un archipiélago en el que uno puede plantearse de todo y presentar todo tipo de respuestas. Eso es fantástico, pero también lo hace mucho más difícil.
-¿Qué consecuencias tienen estos cambios en la gestión de un museo?
-Por ejemplo, uno debe cuestionarse cómo construir un museo como organización física y social. ¿Hay que buscar especialistas de todos los ámbitos? ¿Hay que construir salas de audición y aprendizaje? Con la Tate Modern intentamos construir un museo para el futuro, en el que todo esto pueda tener cabida. Pero en esta construcción no se trata sólo de piedras y cemento. Se trata de personas, programas y también de espacio digital. La pregunta es: ¿Qué quiere la gente? Lo primero es plantear la pregunta correcta.
-¿Y tiene ya unas primeras respuestas?
-Las cosas son ahora más complejas, para mí y los demás. Pero aquí tenemos las respuestas de millones, no sólo en casa, sino fuera. No conozco a la gente que escribe en Facebook o Twitter, pero lo interesante es que pueden interactuar con nosotros en su propio tiempo y de su propia manera. Y eso es totalmente nuevo. El museo como voz autoritaria en el sentido de 'yo soy el comisario" 'yo soy el artista, el genio' y 'yo lo sé mejor' o el crítico que luego dice 'esto es bueno o malo' se acabó.
-¿Se está produciendo en este sentido una democratización?
-Es una forma de 'demos', y con 'demos' quiero decir una forma de apertura para la que debemos reescribir las normas y las reglas.
-¿Cómo lleva el hecho de que diariamente acudan miles de personas, masas a la Tate Modern?
- No me dan miedo las masas. Hay que reformular los museos como medios de masas, Las leyes y las reglas del museo como medio de masas aún no las conocemos. Pero se pueden reconocer en la forma en que la gente lidia con ello y, por ejemplo, cómo contemplan a Gerhard Richter.
¿Y qué opina de que la entrada para las exposiciones permanentes de la Tate Modern sea gratis? Gerhard Rcihter, por ejemplo, no se mostró entusiasmado al respecto durante la inauguración de su exposición especial...
- Eso es fantástico. Somos más baratos que el teatro del West End. El problema de la generación de Richter es que siempre han visto al público como problema. Hay una relación de amor-odio con el público. Artistas como Richter se preguntan: ¿es posible que tanta gente vea algo? Para los artistas más jóvenes esto ya no supone un problema. El museo es un lugar para negociar conflictos. Conflictos entre lo viejo y lo joven, entre lo cercano y lo lejano, entre lo caro y lo barato, entre lo conocido y lo desconocido, entre lo sencillo y lo difícil. Por eso somos únicos. El resto de instituciones, como por ejemplo los bancos, intentan desarrollar sistemas homogéneos. Las iniciativas que sobreviven son las que intentan abordar estos conflictos y hacerlos negociables.
Origen: ElUniversal.com
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