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TIBURONES EN EL MERCADO DEL ARTE

08 noviembre 2009


por Teresa Sesé

El mismo día que Lehman Brothers anunciaba la mayor bancarrota de la historia (14 de septiembre del 2008), Damien Hirst, un artista, se embolsaba la friolera de 88,5 millones de euros en una subasta igualmente histórica celebrada en Sotheby's. Por primera vez un creador ponía directamente a la venta sus obras, sin la intermediación de galeristas. Y, contra todo pronóstico, pulverizaba todos los récords. El éxito se remató en una segunda jornada, otros 52 millones recaudados, que dieron un total de 140,5 millones de euros. ¿Acaso en tiempos de recesión el mercado del arte se estaba revelando como una inversión al alza? Si alguien creyó en ese espejismo, la cosa duró poco. Tras siete años de furiosa ascensión, los precios, en lo que respecta al arte contemporáneo, se desplomaron ese año un 27,1%, según el último informe de Artprice.


A primera vista la cifra es de escalofrío. Pero a poco que se observe la evolución de los precios de la última década, resulta fácilmente relativilizable. "Lo que ha sucedido es que ha habido una corrección, un reajuste lógico después del sobrecalentamiento exagerado del 2007. Volvemos a situarnos en los niveles del 2006, con lo que los coleccionistas que compraron en el 2002 siguen ganando dinero de una manera sólida. Sólo los que compraron en el momento del pico se han pillado los dedos", observa Edmund Peel, quien durante años fue el hombre de Sotheby's en España y hoy dirige la firma de consultoría Edmund Peel Fine Art, que asesora a coleccionistas, museos e instituciones, con oficinas en Londres y Madrid.


Peel hace estas reflexiones desde Nueva York, adonde ha viajado para asistir a las grandes subastas del otoño, auténtico barómetro de por donde irán los tiros en los próximos meses. ¿Y bien? A falta de saber lo que sucederá esta semana en el ámbito del arte contemporáneo, las de arte moderno celebradas días atrás ofrecen lecturas encontradas. Mientras los pobres resultados logrados en Christie's augurarían un futuro dramático a corto plazo, la de Sotheby's del pasado miércoles marcó récords para André Derain (Barques au port de Collioure, vendido por 9,4 millones de euros) y el fauvista Kees Van Dongen (Jeune arab, adjudicado por 9, 3 millones de euros). "El mensaje es claro: para las piezas buenas continúa habiendo dinero", concluye Peel.


Aguda analista del mercado del arte –y también coleccionista–, Lola Garrido aporta una sana dosis de escepticismo. En un mercado no regulado que mueve al año 13.884 millones de euros, los intereses son feroces y eso no ha de perderse de vista si se quiere hacer una lectura no excesivamente errónea de los datos, advierte. "No hay ningún asesor de bolsa que diga que la bolsa va a caer en picado: su negocio está en que los demás compren. En el mundo del arte sucede lo mismo. Las subastas, a excepción de las de Sotheby's, se han despeñado, están en las cimas más profundas. Así que permíteme dudar de una caída del 27,1%. La realidad podría doblarla o incluso triplicarla. No tengo certezas. Pero lo que sí sé es que uno de los accionistas de Artprice es Pinault, que a su vez es el propietario de Christie's, y por supuesto le interesa hacer correr la voz de que las cosas van bien. Se empieza a hablar de brotes verdes, pero yo no los veo, deben de estar todos en la ensalada de la ministra Salgado", añade Lola Garrido. Menos controversia despierta el análisis de las causas que han provocado la caída. Una de ellas, la retirada de los compradores de la antigua Unión Soviética y de Oriente Medio, que en los últimos tiempos se habían mostrado muy activos en las subastas, contribuyendo a que durante los primeros meses el arte viviera de espaldas a la crisis financiera. Un caso paradigmático es el que protagonizóAbramovich, el decimoquinto hombre más rico del mundo, con un patrimonio de 23.500 millones de dólares, más de 16 millones de euros, según Forbes, y a quien no se le conocía interés por el arte, compró Benefits Supervisor Sleeping, de Lucien Freud, en Christie's por 21,7 millones de euros, cifra récord para un artista vivo, y Triptych, 1976, de Bacon, en Sotheby's por 55 millones de euros, el precio más alto pagado por una obra del artista británico. A este éxodo se han sumado el cierre del grifo de los créditos bancarios para los coleccionistas, la reducción de los presupuestos de los grandes museos e instituciones y el hecho de que, en fin, el mercado del arte es cíclico. Estuvo arriba, ha caído, se estabilizará y volverá a subir.


"Tratar de objetivar los datos en un mundo como el del arte es imposible", reflexiona Peel. "Los motivos por los que alguien compra una obra son casi siempre emocionales y subjetivos, y eso ha de tenerse en cuenta porque acaba determinando los precios. Pongamos por caso el Gernika, un cuadro que no saldrá nunca al mercado. La obra dePicasso tiene valores imputables muy variados. En España tiene un simbolismo político muy acusado, lo mismo que en el País Vasco; para el MoMA es la gran obra que perdieron, y para la mayoría es la obra maestra del siglo XX. Su valor depende de la postura de la persona que está decidiendo cuánto paga por él. Y esto es difícil de objetivar. El cuadro más caro del mundo es un Pollock de 109 millones de euros. ¿Por qué? Es americano y su economía es la más potente. La competencia entre ellos para comprar lo suyo impulsa el precio a lo más alto".


¿Se ha instalado también una cierta desconfianza ante espectáculos especulativos como el protagonizado por Hirst? "¿Que la subasta se manipuló? –se pregunta Lola Garrido–. Los galeristas están obligados a cuidar del precio de sus artistas, porque si no pierden a sus clientes. Hirst se ha convertido en el pimpampum, en la Belén Esteban del arte, pero es un gran artista, con obras importantes, que no necesita de nadie y por eso mismo es muy envidiado. No hay ningún coleccionista español que pueda comprarlo, y el que puede prefiere cazar".


Desde el ámbito de las galerías, Carlos Durán, de la barcelonesa Senda, ofrece un dato que invita a optimismo: "Pues claro que hemos bajado las ventas, se nota el recorte presupuestario de instituciones que ahora invierten más en temas sociales, pero el coleccionista de siempre sigue ahí al pie del cañón. Y las obras de arte se han convertido en un activo más sólido en materia de créditos que los bienes inmuebles".


LAS ÚLTIMAS TENDENCIAS

Las cifras recogidas en el informe de Artprice hacen referencia exclusivamente a ventas realizadas en subasta y en el ámbito del arte contemporáneo durante el periodo 2008/2009. Estas son algunas de las últimas tendencias registradas:

Los artistas que más venden.Damien Hirst (140 millones de eruros), Jean-Michel Basquiat (31.7 millones), Ricard Prince (24,2 millones), Jeff Koons (23 millones) y Peter Doig (12,2 millones).

Españoles en el pelotón de los 500. Miquel Barceló (1,4 millones de euros recaudados, ocupa el puesto 44); Juan Muñoz (1,07 millones, en el puesto 58); José María Sicilia (297.500 euros, en el puesto 196); Juan Uslé (251.300 euros, en el puesto 224); Jaume Plensa (220.135 euros, puesto 250); Equipo Crónica (216.000 euros, puesto 254), y Guillermo Pérez Vilalta (132.800, en el puesto 389).

La moderación de China. La potencia asiática confirma su tercer puesto en el mercado, detrás de Estados Unidos y el Reino Unido, pero acusa una caída de ventas del 63% (95 millones de euros frente a los 259 millones registrados en el 2007). Sin embargo, en el ranking de los 50 nuevos artistas en irrumpir en el mercado el 64% son asiáticos, en su mayoría chinos, japoneses y coreanos.

Violenta corrección. El sector más especulativo y volátil del mercado del arte, el contemporáneo, ha sido el primero en sufrir los efectos de la crisis mundial y el desplome de las bolsas. En sólo unos meses se han pulverizado años de especulación (récord tras récord, los precios crecieron entre enero del 2002 y el mismo mes del 2008 un 85%) volviendo a los niveles registrados en el 2006. La caída del 27,1% queda aún lejos del crac de los noventa (44% en dos años).

Adiós a las garantías. Las casas de subastas han dejado atrás la práctica de garantizar al propietario de las obras un precio mínimo, fuera cual fuera el resultado de las subastas, lo que engrosó sus catálogos de auténticas obras maestras.

Origen: La Vanguardia / Barcelona

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