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MANIFESTA, ARTE EN SU ESTADO MAS PURO

10 octubre 2010

por Laura Revuelta
No es la primera vez que la Bienal Europea de Arte Contemporáneo, más conocida como Manifesta, se celebra en España. Ya en el año 2004 fue San Sebastián la ciudad que acogió este encuentro de referencia entre los discursos más sesudos y comprometidos de la creación contemporánea. Ni que decir tiene, y ya se apuntó en el momento en que se anunció la noticia, que es todo un acontecimiento para un enclave tan fronterizo como Murcia, tan a trasmano de todas las capitales del arte por antonomasia. Aquí, durante tres meses (hasta el 1 de enero de 2011), se va a cocer un guiso plagado de ingredientes intelectuales, aunque a veces tienda a lo espeso y al grumo. Pero la Manifesta es así en su propia esencia. No juega y nunca ha jugado a lo fácil, popular y reconocible a primer golpe de vista. Aunque se tilde de Bienal, poco tiene que ver con bienales tan mediatizadas como la de Venecia. Al menos es lo que esconde su filosofía.

Si geográficamente Murcia mira a África cara a cara, no podía pasarse por alto en este encuentro las relaciones con el norte del continente, con el Magreb. Es el epicentro de cuanto se intenta discutir o poner sobre la mesa del arte, para que de aquí salga algo que ya llaman «incubadora para una bienal panafricana itinerante». De hecho, es una de las razones fundamentales de que la Manifesta 8 haya recalado en estas costas. Este tipo de guiños fronterizos también son los que definen la filosofía de la Fundación Manifesta, con sede en Amsterdam, responsable final del evento. En otras ocasiones ha dirigido su mirada hacia los países de la extinta Europa del Este en su proceso de integración o de migración forzosa hacia sus vecinos más occidentales. Que no le gustan las cosas fáciles, o los enclaves más tópicos, lo demuestra que para la edición de 2005 se eligiera Nicosia (Chipre) como sede. Los conflictos políticos, territoriales y ancestrales en la zona dieron al traste con la misma y, directamente, no se celebró.

Afán cosmopolita


Pero ahora estamos en Murcia, donde sí se ha inaugurado la Manifesta y donde ha venido todo el mundo del arte nacional y buena parte del internacional para saber cuáles son las propuestas de los tres equipos curatoriales, en los que se mezclan profesionales de Egipto, Oriente Próximo, Italia, Estados Unidos, Eslovaquia... (de aquí y de allá, se diría). Todos ellos han trabajado durante dos años para seleccionar la larga lista de artistas, cerca de cien, elegidos con un afán cosmopolita más que de mirarse el ombligo local o nacional, de los cuales más de un ochenta y cinco por cierto ha realizado sus obras ex profeso para los distintos espacios asignados. Piezas y obras hechas a medida para ser ubicadas en lugares ya habituados al arte contemporáneo, como el espacio AV, el centro Párraga, el Museo de Bellas Artes, o que han sido recuperados para la causa artística, o de la Manifesta, como la antigua Oficina de Correos de la capital, que estaba cerrada al público desde hace treinta años. Esto hace que no solo se pueda curiosear entre los trabajos de creadores cuyos nombres resultan en su mayoría desconocidos, incluso, para los más o menos entendidos, sino también atender a estas escenografías urbanas en las que se conjuga una cierta destrucción arquitectónica con el lenguaje del arte en sus discursos más conceptuales y reivindicativos.

No solo Murcia (capital) se constituye en sede oficial del encuentro; también Cartagena, con arraigada tradición marina y militar, acoge un grueso importante de proyectos en el Museo Nacional de Arqueología, el Museo Regional de Arte Moderno, el antiguo pabellón de autopsias (no es broma: hoy está readaptado como centro de arte), la prisión de San Antón, que se abre por primera vez al público, o el Casino de Cartagena. La Manifesta 8 se lo juega todo en Murcia, y no es una gracia fácil, porque, como ya he apuntado, lo fácil no es lo que lleva entre las cientos de propuestas aquí reunidas. Arte en su estado más duro.
Origen:ABC.es

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