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EL ERROR EN EL ARTE

15 diciembre 2009


por Avelina Lésper

El siglo XX es el siglo del gran error del arte, de la gran equivocación, el mal entendido de convertir lo banal e intrascendental en perpetuo, de confundir el ingenio rápido y fácil en reflexión profunda. Con el inicio del siglo XX comenzó la etapa más torpe y mediocre de la creación y la visión artística. En 1917 Marcel Duchamp hizo del sentido del humor la nueva filosofía, de la ocurrencia un aforismo y de la supuesta falta de la comprensión del público su máxima. Al llamar a un urinario Fuente, Duchamp inventaba el anti-arte, una pieza destinada a destruir al arte. Esta invención fue mal interpretada como una osadía estética y los teóricos y curadores, la instauraron como canon del arte. Este fue el primer error, afirmar que una obra anti artística, era arte y situarla en el contexto impropio, el museo.

Aquí el error no se detuvo, con la invención de Duchamp, el ready-made, se desencadenaron varios malos entendidos. El primero fue no entender el nombre. En la sociedad de consumo, un ready-made es un objeto que nos libra de pensar, está listo para usarse, no requiere de ningún esfuerzo de nuestra parte, ni intelectual ni físico. Si es una sopa, la comes de inmediato, si es aparato, no necesita que leas las instrucciones, lo usas y ya, listo. Y los ready-made artísticos son un compendio de contradicciones. A pesar de su simpleza e inmediatez, requieren de una “gran reflexión”. Primero por parte del artista, que le toma pensar exhaustivamente entre elegir una botella de plástico o sus zapatos, o revisar el contenedor de basura de su calle. Y si eso fuera poco, algo que con sólo verlo tendríamos que asimilar de inmediato las ideas trascendentales, enigmáticas y profundas del artista, necesita de las explicaciones exhaustivas del curador, sus interpretaciones y otros desgloses. Se supone que está listo para usarse, no sólo para evitar el trabajo del artista, que le basta elegir cualquier objeto de su casa y convertirlo en arte, sino porque está listo para el espectador lo aprecie sin trámites intelectuales que impidan el acceso a la comprensión de la obra.

De ahí surgió el otro error: creer que si Duchamp eligió un urinario, alguien podía ahora elegir una silla, un bote de limpiador o lo que sea y también convertirlo una obra. El ready-made inició y terminó con el primer objeto, nada que lo imitara o que continuara sobre esta dirección puede ser incluido como obra.
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