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CANIBALISMO MUSEAL EN EL PRADO

08 febrero 2010

- por Fernando Castro Flórez
No hace falta ser el coronel Kurtz (aquel que es ya más el de Apocalipsis Now que el del Corazón de las tinieblas) para experimentar el más completo horror. Basta con pensar en el elefante que hace equilibrios sobre la trompa, estricto “autorretrato” de Barceló que viene a completar el conjunto de operaciones cutres de “arte público” de “la Caixa” en el edificio de Herzog & de Meron que acaso ya no flote sino que aluda al batacazo inminente. En cierta medida, se trata de practicar la política del “sostenerla y no enmendarla”, esto es, una prodigiosa terquedad que hace que si algo se ha realizado de pena (por ejemplo, el affaire que va de la infame cúpula de gotelex prehistórico al Pabellón de la Bienal absolutamente demodé no solo no aparezca ningún gesto correctivo sino al contrario la insistencia en la torpeza adquiera la dimensión de lo académico.

Con todo, la (des)vergüenza no es únicamente en nuestros días propia del arte pompier (estatalmente subvencionado) sino la de lo que llamaré estrategias de canibalismo museal. El mejor representante de este comportamiento aborigen es, sin ningún género de dudas, Miguel Zugaza, timonel del Prado y anteriormente de otras instituciones a las que llegó imberbe pero perfectamente engominado. Desde hace años alimenta el sueño de lo que llaman, rimbombantemente, El Gran Prado que consiste, por no marear la perdiz, en anexionarse el Reina Sofía y así poder hacer de todo y, especialmente, el arte contemporáneo que, por alguna razón que ahora no puedo entender, es lo que más mola. Primero fue la exposición lamentable de Cy Twombly que tuvo su particular Lepanto (derrota ominosa y nostalgia perpetua de lo sido) entre los muros de la ampliación desastrosa de Moneo, luego los festivales de Bacon que permanecen en la memoria como uno de los montajes más malos de cuantos he podido ver singular situación la de hacer la peor exposición de un artista contando con sus mejores cuadros), en tiempos intermedios surgía el proyecto, luego desmentido como establece el ritual, de encargar un Serra contundente para decorar algún zaguán, entrada tipo garaje o pasillo desolador.

Por supuesto, el barrizal de Barceló era lo más adecuado para reabrir el Casón. Faltaba la traca: el viaje anhelado y monumental del Guernica. Da igual, aparentemente, si eso suponía desnudar a los otros como tampoco hay que preocuparse porque la gracieta requiera recolocar ciertos cromos, como el de las lanzas o ese otro de una carga o uno más con fusilamiento incluido. En la maqueta era evidente: aquello quedaba “guachi”. Zugaza había tenido una idea, de la misma forma que otros líderes habían tenido un sueño. Seguramente estaba aburrido y con ganas de cumplir lo que suele calificarse como “destino histórico”. Tras haber legitimado o, por lo menos, acatado el informe que “descatalogada” El Coloso ahora tenía que hacer algo colosal. Perpetró el asunto, por emplear terminología para-procesal, “solo o en compañía de otros”. Estas quimeras traer el recuerdo de aquel catedrático, con dotes de titiritero, que lo mismo te da seminarios y conferencias en el antro de la oposición que te comisaría una quijotada o suspira por un poeta chino del siglo VI.

Lo importante es hacer caja y, para complacer a los políticos, montar de cuando en cuando colas en “megaexposiciones” que suelen ser, como sucediera en la de Goya, un ejemplo de falta de rigor. Tal vez lo que impulse la ofensiva caníbal sea la convicción de que ocupándose del presente podrán entregarse sin remordimientos a la frivolidad y al espectáculo sin excusas. El Prado se quiere tragar crudo o cocido (eso es cosa que ahora no se discute) al Reina Sofía. De momento, al diplomático Zugaza, colocado más allá del bien y del mal (ajeno su carguete al código tan sobado de las Buenas Prácticas), le han corrido a palos. Ni siquiera sus habituales adláteres han salido a frenar los improperios. Tenía que comerse el marrón él solo por avaricioso. Algunos piensan que el tema está zanjado y que el papelón agrietado de Picasso sedimenta la consigna del “no pasarán”; creo que están equivocados: estamos en los primeros rounds. El festín de los caníbales no puede aplazarse.
Origen: ::salonKritik::

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